Plástico en mente: Un paso hacia la sostenibilidad
- A Rivera
- 17 mar
- 5 Min. de lectura

El plástico está en todas partes: en nuestras compras, en la ropa que usamos, en la comida que comemos, en los productos que usamos y en los empaques que descartamos. Aunque el plástico ha facilitado muchas de nuestras actividades diarias, su impacto ambiental es devastador.
¿Cómo llegamos hasta aquí? Y lo más importante, ¿cómo podemos empezar a reducir su uso y hacer una diferencia?
Este blog nos invita a reflexionar sobre nuestros hábitos actuales de consumo de plástico, cómo llegamos a depender de él y qué pasos podemos tomar para adoptar prácticas más sostenibles.
El pasado sin plástico
Hace poco tiempo, la vida cotidiana no dependía del plástico. En lugar de envases plásticos de un solo uso, usábamos recipientes y empaques de materiales naturales y reutilizables. En los mercados, las frutas y verduras venían envueltas en hojas de maxán (bijao) o plátano, y llevabamos los alimentos en canastos de mimbre, costales o cajas de madera. Las tiendas vecinas vendían productos "cero kilómetro" (localmente producidos), y en casa guardabamos cintas, cordeles, papel de regalo, trozos de tela para cualquier eventualidad.
Como parte de una cultura de cuidado y ahorro, los utensilios y envases de latón, vidrio, madera o cerámica eran duraderos y siempre se reutilizaban. En lugar de desecharlos, la mayoría de los objetos se reparaban o reutilizaban. El concepto de "usar y tirar" no existía. Las personas eran conscientes de los recursos que tenían y los cuidaban. La basura era mínima, el impacto ambiental era leve y la gente gozaba de mejor salud.
Sin darnos cuenta, paulatinamente la producción industrial fue llenando nuestras vidas con ollas de hierro, latas y conservas. Las galletas, cereales preenvasados y sopas enlatadas se convirtieron en alimentos básicos. Los cepillos y peinillas abundaron junto con las cuchillas de afeitar, el dentífrico, los jabones, desodorantes, cosméticos y perfumes. Y el plástico fue ocupando los empaques y los objetos mismos. Los plásticos han moldeado profundamente la vida moderna, ofreciendo comodidad, asequibilidad e innovación.
El presente agobiado por el plástico
Hoy el plástico está presente en todo: juguetes, pañales, muebles, automoviles, computadores, en fin. Las frutas y verduras, que antes se ofrecían de manera natural, ahora vienen envueltas en plástico o en bandejas de poliestireno. Las bebidas viene en botellas plásticas, y hasta las sirven en bolsas plásticas de un solo uso. Y cuando en el super pagamos por todos esos envases y empaques plásticos, nos enciman bolsas plásticas para llevarnos las compras.
El problema más grave es que muchos de estos plásticos, como las pajillas, los empaques de comida rápida y las bolsas de plástico, afectan la vida silvestre, desbordan los vertederos de basura y muchos terminan en el mar. Los microplásticos, fragmentos diminutos de plástico, ahora están presentes en muchos productos que consumimos y que afectan nuestra salud.

La contaminación por plásticos y sus efectos en la salud
La producción y el uso masivo de plásticos tienen un costo muy alto para el medio ambiente y la salud humana. Los plásticos tardan cientos de años en descomponerse, y durante ese proceso, liberan sustancias químicas tóxicas que pueden contaminar el agua, el aire y el suelo.
Los microplásticos se descomponen a partir de las enormes cantidades de residuos vertidos al medio ambiente. Impiden de muchas maneras que las plantas aprovechen la luz solar para crecer, dañando los suelos o transportando sustancias químicas tóxicas. Las partículas están en todo el planeta, desde la cima del Everest hasta los océanos más profundos, pero también a nuestros cuerpos. Ingerimos microplásticos a través de los alimentos y bebidas envasadas, y estos fragmentos diminutos están relacionados con una serie de problemas de salud, como enfermedades cardiovasculares, cáncer, la gestación y alteraciones hormonales.
Los aditivos químicos como el bisfenol A (BPA), común en plásticos transparentes, se vincula problemas reproductivos, enfermedades metabólicas e incluso daño cerebral en el desarrollo infantil. Además, la exposición a aditivos como el metilmercurio, los plastificantes y los retardantes de incendio, pueden afectar la fertilidad masculina y se asocia con el aumento de casos de déficit de atención e hiperactividad.
¿Por dónde comenzamos?
Aunque el problema puede parecer abrumador, todos podemos tomar medidas para reducir nuestro consumo de plástico. Lo primero es ser conscientes de cuántos plásticos usamos diariamente. Un ejercicio útil para cambiar nuestros hábitos es guardar todo el plástico que generamos en una semana. Y más revelador si guardamos lo de un mes ¡Nos sorprenderemos al ver cuántos productos desechables usamos sin pensar!

En Estados Unidos, el ciudadano promedio desecha 18 kg mensuales de plásticos incluyendo las carcasas y equipos electrónicos, las telas sintéticas, y la enorme cantidad de envases y empaques plásticos producto de su mayor consumo promedio. En Escandinavia el promedio está en 7 kg, resultado de valores sostenibles y cumplimiento de normas ambientales, en tanto que, en Guatemala en la capital el promedio varia de 2,5 a 4,5 kg y en el campo entre 0,5 y 2,5 kg, cantidades menores producto de una menor capacidad de compra.
Sin embargo, en Guatemala, el consumo promedio aumenta año tras año y la mala gestión de los desechos solidos nos ha llevado a tener en el Motagua uno de los ríos más contaminados de Centro América. Estamos perdiendo la calidad de vida al contaminar nuestro entorno y afectar la salud pública.
Pero podemos revertir esta tendencia retomando el consumo consciente de antes de la era del plástico. Por ejemplo, en lugar de comprar alimentos envasados en plástico, podemos optar por productos frescos, como frutas y verduras sin empaques, y comprar a granel. Podemos llevar bolsas de tela en lugar de aceptar bolsas plásticas. Y ante todo, podemos adoptar un estilo de vida más sencillo y consciente, reduciendo el desperdicio y el consumo excesivo de recursos.

Al optar por alternativas más sostenibles, como botellas reutilizables, recipientes de vidrio y utensilios de madera, empaques en papel o cartón o simplemente pedir que no nos den pajillas con las bebidas, podemos reducir significativamente la cantidad de plásticos que usamos y desechamos y así proteger nuestras salud, nuestras comunidades y el planeta mismo. Ya muchos conocen las 3 Rs: reducir, reutilizar y reciclar. Esta es una formula sencilla que podemos adoptar para todo los que hacemos a diario:
Reducir comprando a granel, evitando los plásticos de un solo uso y comiendo menos carne
Reutilizar recipientes de vidrio que compramos con salsas y conservas, usar bolsas de tela en las compras, rellenar pachones con agua, usar tazas de cerámica, guardar papel impreso en un cara para usar la otra cara y reutilizar objetos viejos.
es parte de una estrategia para manejar los recursos de manera responsable y podemos comenzar con papel, vidrio y aluminio, para luego incluir aparatos electrónicos, máquinas y equipos viejos.
Reflexionemos
Con hábitos de consumo sostenibles, apoyando y haciendo cumplir las normas ambientales y la gestión de residuos en nuestra municipalidad, aportamos calidad ambiental, salud y bienestar en nuestras comunidades. La clave está en el respeto y la responsabilidad de cuidar la naturaleza, en el uso sostenible de los recursos, en la reducción en el consumo, el reuso y el reciclaje.
Reducir el plástico no será una tarea fácil ni rápida. El cambio comienza con lo que sabemos sobre las consecuencias de nuestro estilo de vida. Si compartimos valores para cuidar la tierra cambiaremos nuestros hábitos de consumo y tendremos un gran impacto.
Llamado a la acción
¿Qué cambios puedes hacer en tu vida diaria para reducir el uso del plástico? Empecemos hoy mismo. Rechacemos las bolsas plásticas, elijamos productos a granel y pongamos en práctica las 3 Rs. En la tienda o supermerdado pide frutas y verduras sin empaque plástico, recomienda que no pongan todo lo que venden en bolsas plásticas. Invítalos a proteger nuestras comunidades. Si todos comenzamos a hacer pequeños ajustes, el impacto será enorme. ¡Haz tu parte por un mundo sin plásticos!
¿Sabe cuánto plástico compra al mes?
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